Los jóvenes y adolescentes en la sociedad contemporánea
Hoy en día vivimos en una sociedad totalmente “tecnologizada”, donde la tecnología se ha alzado para reinar en todas las dimensiones de la sociedad, es decir, en el ámbito laboral, en el ámbito del ocio y sobre todo en la realidad social e interpersonal. La manera de comunicarnos se ha transformado por completo y hemos pasado a vivir en lo que podríamos denominar “la era digital.” En nuestra sociedad todo se rige bajo la comunicación de la tecnología. Con el tiempo, se ha ido instalando con gran fuerza nuevos medios de comunicación social e interpersonal que han cambiado nuestra manera tradicional de relacionarnos y vincularnos. Gracias a internet ahora estamos viviendo en un mundo más conectado, que nos permite estar en permanente comunicación e incluso con personas que se encuentran a miles de kilómetros de distancia de nosotros. Sin embargo, parece que estas nuevas vías de comunicación, de alguna manera, están sustituyendo, y por lo tanto, reduciendo el contacto físico y humano para llevarlo a un terreno más impersonal, donde la comunicación se da a través de objetos y plataformas tecnológicas que a la vez que facilitan la comunicación con los demás, aisla más a las personas. Es decir, parece que vivimos más conectados, con una mayor facilidad para contactar y comunicarnos con quien deseemos, pero pese a estar más conectados se da la paradoja de que vivimos más aislados, lo que ello puede facilitar y potencializar que la soledad se instale en los ciudadanos de nuestra sociedad.
Es cierto que el desarrollo tecnológico permite grandes avances en nuestra sociedad a todos los niveles. Sin embargo, parece que se está pensando más en las ganancias económicas y en una mayor comodidad de nuestra vida diaria, que no en la propia salud mental y social de los ciudadanos. Hoy en día, vivimos en una sociedad de ritmo frenético, donde apenas se permite el tiempo de parar y disfrutar del silencio y la contemplación, y el desarrollo de la tecnología va encaminada hacia este estilo de vida y no hacia las necesidades humanas, básicas, que permitirían un mayor bienestar interno de las personas y disminución de la soledad.
Vivimos en el mundo de internet, en “la era digital” y de la información. Hoy en día, estamos saturados de información, es decir, podemos saber e informarnos con gran facilidad sobre cualquier temática. Sin embargo, los adolescentes y los más jóvenes fácilmente pueden sentirse desorientados y desubicados viviendo en esta sociedad tan carenciada de identidad y sin unas raíces arraigadas en una educación y cultura, que permitan, para este colectivo tan vulnerable, una estabilidad y un estilo de vida donde tomar referencias y faciliten una clara manera de vivir.
Es importante señalar que los cimientos tradicionales de nuestra sociedad están cambiando por completo y lo que antes era una obviedad, ahora se pone en duda. Por ejemplo, el concepto de la institución de la familia se está transformando de una manera radical y lo que antes se consideraba la familia nuclear, ahora se considera otra cosa. Todo ello, todos estos cambios tan profundos, dificultan en los adolescentes y en las personas más jóvenes, desarrollar una clara identidad y genera una cierta confusión o desorientación en sus vidas.
La sociedad moderna ha abandonado los signos, valores y comportamientos más propios e identificativos de la religión cristiana para pasar a ser una sociedad laica y secular, donde el cristianismo y la fe en Dios ya no es propio de la mayoría del colectivo adolescente y juvenil, sino de una minoría. Este hecho no tiene porqué ser un cambio negativo para nadie, pero es cierto que si ello significa pasar de tener unos valores determinados, una educación concreta y clara, a pasar a vivir en una realidad donde nada es permanente, todo es cambiante o susceptible al cambio, y donde todo es subjetivo y por lo tanto, relativo, entonces sí estamos en una sociedad que no ayuda a fomentar una identidad fuerte y clara en los más adolescentes y jóvenes, y por lo tanto, que es generadora de confusión y desubicación para este colectivo social.
Hoy en día vivimos en una realidad donde todo está permitido y donde no existe una verdad que anule o elimine todo lo demás. Hemos pasado de una sociedad donde había una clara restricción a la libertad del ser humano, a una sociedad donde prima la libertad a la carta, sin límites. Sin embargo, toda esta libertad (libertad de pensamiento, de identidad sexual, de concepción y vida familiar, etc.) paradójicamente puede generar en los adolescentes y aquellos más jóvenes, un mayor sentimiento de desarraigo, confusión, de “estar perdido”, desubicado y de una falta de sentimiento de pertenencia, y por lo tanto, de soledad. Nuestra sociedad carece de elementos de identidad y por lo tanto, de puntos de referencia para el desarrollo identitario de los más jóvenes.
Frente a esta realidad social en la que los elementos identitarios de la sociedad son el individualismo, el hedonismo, el relativismo, la comunicación tecnológica, etc., los adolescentes (que se encuentran en pleno desarrollo de su identidad) son el colectivo más vulnerable y necesitan tanto unos referentes claros y concretos, como unas referencias y pautas, para no andar perdidos frente a tanta diversidad y relativismos, y descubrir su propio criterio, su propio razonamiento, y encaminar sus vidas desde el propio fundamento y convencimiento, y no viviendo sus vidas empujados por los vaivenes que genera la propia sociedad.
Por tal de fortalecer la propia identidad y de combatir la soledad, es importante que los adolescentes y más jóvenes, tengan hábitos tan saludables como reunirse, para relacionarse y comunicarse con libertad, donde puedan expresarse y compartir opiniones, reflexiones y puntos de vista que ayuden a identificar y definir sus propios gustos y criterios. El contraste con los demás ayuda a definirse y a reconocerse a uno mismo. Además, el hecho de estar en relación con los demás, generando vínculos de afecto, proporciona sentimientos de pertenencia que, sin duda, disminuyen la soledad y lejos de ello, ayuda a un mayor bienestar interior y personal. Por ello, es tan importante generar lazos de afecto y de confianza, y formar parte de grupos con los que uno se sienta parte de ellos.
Jerónimo Carles